Tacones toca Cojones

Cuántas somos las sufridas de este mal... Después de llevar tres días consecutivos una media de 12 horas diarias de pié puedo asegurar y dar fe que este invento sólo tiene de positivo aparentas ser unos centímetros más alta. Porque a lo que a cómo deja tus pobres dedos, talones, y demás, deja mucho que desear. Cuando llegué a casa, casi se me habían evaporado los dedos, dónde están??? tuve que despegar uno a uno mis pobres deditos para que volviesen a su estado normal.
Lo peor de todo llega cuando suena al día siguiente el odioso despertador y tienes que volver a meter tu pié, que ya había ganado casi su apariencia habitual, en ese maravilloso zapato de punta (mega punta chúpame la que rima) y compruebas que eres incapaz, que no te cabe, que no entra, es como si tu pié hubiera adquirido vida propia y se quisiera independizar de tu cuerpo, no habla, pero si lo hiciese, seguro que te pegaba una patada a parte de insultarte y por supuesto gritarte. Al final consigues meterlo en el zapato, a fuerzas claro, y sientes como el calor te sube desde los susodichos hasta la cabeza, acompañada de ese dolor que deja esas amables ampollas que se van explotando conforme vas andando.
Por eso hoy y a partir de ahora voy a hacerle boicot a esos zapatitos hasta que no tenga unos Manolo's!!!

Corazón de mentiras?


Hace tiempo conocí a una persona que me impactó mucho. Era de esas personas que vemos y a primera vista no te fijas en ellas, pero que cuando vuelves la mirada, encuentras la suya, no sabes muy bien cómo pero ahí están. Empiezas a sentirte raro, quizás un poco intimidado, nervioso, desesperado, ansionso... esas personas se quedan grabadas en tu memoria, en tu vida, en tí. A mí me pasó exactamente eso. Estuve en unas jornadas de blogs, y allí lo conocí. Yo no me había fijado en él, nisiquera me lo hubiera planteado, yo iba de oyente y él era uno de los ponentes, muy trajeado y con esa sonrisa sospechosa que te hace dudar, desconfiar. Fué él quien se dirigió a mí, me quedé congelada, sus ojos, su mirada me hicieron temblar. Sólo me dijo una frase "hoy no te escapas" y yo sin saber de qué iba el tema, sonreí, no pude hacer nada más, mis piernas no me hacían caso, mis manos sudaban cada vez más, mi mirada se perdía entre todas aquellas sillas, mesas y gente del comedor. Curiosamente esas fueron las últimas palabras que le escuché decir, que me dijo. No nos volvimos a ver. Siempre he pensado que hubiera pasado si nos hubiéramos encontrado una noche en alguna calle, en algún bar, en el metro, en el aeropuerto... no sé. Un día decidí dejar un comentario en su blog y firmar con "Al final me escapé", no sé por qué le escribía, yo tengo mi vida, él la suya, no entiendo por qué me sentía y me siento atraída por él, morbo? quizás sea eso. Pues él respondió a mi comentario, casi no se lo creía (ni yo tampoco) estuvimos escribiéndonos emails y emails durante mucho tiempo, cada vez nos sentíamos más necesitados uno del otro, cada vez eran más comprometidas nuestras conversaciones. Hasta que un día él me dejó de escribir, me dolió en el alma, era como si algo se hubiera muerto en mí, ya no tenía en mi bandeja de entrada sus palabras, esas palabras que me hacían sentir tan bien, tan afortunada, tan querida, nunca creí que alguien pudirera transmitir tanto... me fui acostumbrando a seguir sin él... cada día que pasaba me preguntaba por qué se había ido sin decir nada, por qué me había dejado. Aún hoy espero respuestas, aún hoy espero encontrarme con él en persona, pues nunca nos hemos visto desde aquel día en que nuestras miradas se cruzaron en medio de aquellas jornadas.